¡Hola!
Había estado traduciendo lo primeros capítulos de BoO... pero eran mis deberes de la universidad o la traducción :(
Misión fallida, chicos.
Sin embargo, unos chicos, que ya tienen ganados los Campos Elíseos, se encargaron de traducirlo y ya lo han terminado.
Aquí se los dejo:
Este... o este... igual este... y este también.
Bueno, ahora todos dediquémonos a leerlo ¡Disfrútenlo!
¡Bienvenido(a)!
En este blog se habla de libros, películas, música, series, Logan Lerman y algunas otras cosas de interés público.
No me molesta que tomes cosas de aquí, pero es molesto entrar a una página y ver la misma información que tu diste (a veces tal y como lo escribiste, sin ningún cambio y hasta con los mismos comentarios) sin recibir créditos.
No estoy pidiendo publicidad ni cosas por el estilo, pero sería un lindo detalle que si tomas algo de lo que yo escribo, me dieras el crédito.
GRACIAS. Disfruta del blog.
Karla Cg.
Twitter: @KarlyOdair
viernes, 17 de octubre de 2014
domingo, 12 de octubre de 2014
La Sangre del Olimpo- Capítulo 3.
Pasé la noche en vela, pero aquí les traigo el tercer capítulo traducido, espero que lo disfruten :)
De alguna manera él la conocía. El reconoció su vestido -floreado verde y rojo, envolvente, como la falda de un árbol navideño. Él reconoció las coloridas pulseras en sus muñecas que se habían hundido en su espalda cuando ella lo abrazó en despedida en la Casa del Lobo. Él reconoció su cabello, su súper peinada corona de cabellos rizados teñidos y su esencia de limones y aerosol.
Sus ojos eran azules como los de Jason, pero ellos resplandecían como luz fracturada, como si ella acababa de salir de un bunker tras una guerra nuclear… buscando desesperadamente por detalles familiares en un mundo que ha cambiado.
—Queridísimo —ella le tendió los brazos.
La visión de Jason se estrechó. Los fantasmas y necrófagos ya no importaban.
Su disfraz de niebla se esfumó. Su postura se enderezó. Sus articulaciones dejaron de doler. Su bastón de apoyo se convirtió en una gladius de oro imperial.
La sensación ardiente no paró. Sentía como si capas de su vida estuvieran siendo chamuscadas —sus meses en el Campamento Mestizo, sus años en el Campamento Júpiter, su entrenamiento con Lupa, la diosa lobo. Él era un vulnerable y asustado niño de dos años otra vez. Aún la cicatriz en su labio, de cuando él había intentado comer una grapa cuando era un recién nacido, picaba como una herida fresca.
— ¿Mamá? —logró decir.
—Sí, queridísimo. —Su imágen parpadeó— Ven, abrázame.
—Tú no… tú no eres real.
—Por supuesto que ella es real —la voz de Michael Varus sonó muy lejos— ¿Pensaste que Gea dejaría a tan importante espíritu languidecer en el inframundo? Ella es tu madre, Beryl Grace, estrella de televisión, amorcito del Rey del Olimpo, quien la rechazó, no una, sino dos veces, en ambas formas, romana y griega. Ella merece justicia tanto como cualquiera de nosotros.
El corazón de Jason se sintió mareado. Los pretendientes se acercaron alrededor de él, mirando.
Soy su entretenimiento, Jason comprendió, Los fantasmas probablemente encuentren esto aún más divertido que dos pordioseros peleando hasta la muerte.
La voz de Piper cortó el zumbido en su cabeza.
—Jason, mírame.
Ella se paró a veinte pies, sujetando su ánfora de cerámica. Su sonrisa se había ido. Su mirada era furiosa y autoritaria -tan imposible de ignorar como la pluma de arpía en su cabello.
—Esa no es tu madre. Su voz está trabajando algún tipo de magia en ti, como el encantamiento vocal, pero más peligroso. ¿No lo puedes sentir?
—Ella está en lo cierto —Annabeth trepó sobre la mesa más cercana.
Pateó una fuente a un lado, sorprendiendo a una docena de pretendientes.
—Jason, eso es sólo un retazo de tu madre, como una ara, tal vez, o…
— ¡Un retazo! —el fantasma de su madre gimió— Si, mira en lo que he sido reducida. Es la culpa de Júpiter. Él nos abandonó. ¡Él no quiso ayudarme! Yo no quería dejarte en Sonoma, mi querido, pero Juno y Júpiter no me dieron opción. No nos permitirían permanecer juntos. ¿Por qué pelear por ellos ahora? Únete a estos pretendientes. Guíalos. ¡Podemos ser una familia otra vez!
Jason sintió cientos de ojos sobre él.
Esta había sido la historia de su vida, pensó amargamente. Todos siempre lo habían mirado, esperando que dirigiera el camino. Desde el momento que llegó al Campamento Júpiter, los semidioses lo habían tratado como un príncipe en espera. A pesar de sus intentos por cambiar su destino —uniéndose a la peor cohorte, tratando de cambiar las tradiciones del campamento, tomando las misiones menos glamorosas y haciéndose amigo de los chicos menos populares— él había sido hecho pretor de todos modos. Como un hijo de Júpiter, su futuro había sido asegurado.
Él recordó lo que Hercules le había dicho en los Estrechos de Gibraltar: No es fácil ser un hijo de Zeus. Demasiada presión. Eventualmente, puede hacer a un chico quebrarse.
Ahora Jason estaba aquí, demacrado y tenso como la cuerda de un arco.
—Tú me dejaste —dijo a su madre— Ese no era Júpiter o Juno. Esa eras tú.
Beryl Grace dio un paso hacia adelante. Las arrugas de preocupación alrededor de sus ojos, la tensión dolorosa en su boca le recordó a Jason a su hermana, Thalía.
—Querido, te dije que volvería. Esas fueron mis últimas palabras para ti. ¿No te acuerdas?
Jason sintió un escalofrío. En la Casa del Lobo su madre lo había abrazado por última vez. Ella había sonreído, pero sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—Todo está bien —Ella había prometido. Pero incluso como un niño pequeño Jason supo que no estaba todo bien— Espera aquí. Regresaré por ti, querido. Te veré pronto.
Ella no había vuelto. En cambio, Jason había vagado en las ruinas, llorando y solo, llamando a su madre y a Thalía. -Hasta que los lobos llegaron por él.
La promesa incumplida de su madre era el núcleo de quien Jason era. Él había construido su vida entera alrededor de la molestia por sus palabras, como el grano de arena en el centro de una perla.
La gente miente. Las promesas se rompen.
Este era el por qué, por mucho que le fastidiara, Jason seguía las reglas. Él mantenía sus promesas. Él nunca querría abandonar a alguien de la forma en que él fue abandonado y engañado.
Ahora su madre había vuelto, borrando la única certeza que Jason tenía de ella -que ella lo había dejado para siempre. Del otro lado de la mesa, Antinoo levantó su copa.
—Encantado de conocerte, hijo de Júpiter. Escucha a tu madre. Tú tienes muchas quejas contra los dioses. ¿Por qué no unírtenos? Yo deduzco que estas dos sirvientas son tus amigas. Les perdonaremos la vida. ¿Deseas tener a lo que queda de tu madre en el mundo? Podemos hacer eso. Tu deseas ser un rey…
—No —La mente de Jason estaba dando vueltas— No, yo no pertenezco a ustedes.
Michael Varus lo observó con ojos fríos.
— ¿Estás tan seguro, mi compañero pretor? ¿Aún si vencieran a los gigantes de Gea, retornarían a casa como lo hizo Odiseo? ¿Dónde está tu hogar ahora? ¿Con los griegos? ¿Con los romanos? Ninguno te aceptará. Y si tú regresas, ¿Quién dice que no encontrarás ruinas como estas?
Jason observó el patio. Sin las ilusiones de balcones y columnas no había nada más que una pila de escombros en una cumbre desierta. Sólo la fuente se veía real, lanzando arena de un lado para otro, como un recordatorio del poder ilimitado de Gea.
—Tú fuiste un oficial de la legión —le dijo a Varus— Un líder de Roma.
—Al igual que tú —dijo Varus— Las lealtades cambian.
— ¿Tú piensas que yo pertenezco con esta gente? —preguntó Jason— ¿Un puñado de difuntos perdedores esperando por una limosna de Gea, quejándose de que el mundo les debe algo?
Alrededor del patio, fantasmas y necrófagos se pusieron de pie y desenvainaron sus armas.
—Cuidado —Piper chilló de entre la multitud— Todo hombre en este lugar es tu enemigo. Cada uno te apuñalará en la espalda a la primera oportunidad.
En las últimas semanas, el encantamiento vocal de Piper se había tornado verdaderamente poderoso. Ella dijo la verdad, y la multitud le creyó. Ellos vieron a los lados, el uno al otro, las manos tensando las empuñaduras de sus espadas.
La madre de Jason caminó hacia él.
—Querido, se sensato. Abandona tu misión. Tu Argo II nunca podrá hacer el viaje a Atenas. Y aún si lo hicieran, está el asunto de la Athena Parthenos.
Un estremecimiento pasó a través de él.
— ¿Qué quieres decir?
—No finjas ignorancia, mi querido. Gea sabe sobre tu amiga Reyna, Nico, el hijo de Hades y el sátiro Hedge. Para matarlos, la Madre Tierra ha enviado a su más peligroso hijo -el cazador que nunca descansa. Pero tú no tienes que morir.
Los fantasmas y necrófagos se acercaron -doscientos de ellos encarando a Jason con anticipación, como si él pudiera guiarlos en el himno nacional.
El cazador que nunca descansa.
Jason no sabía quién era el cazador, pero tenía que alertar a Reyna y a Nico. Lo que significaba que él tenía que salir de allí vivo.
Él miró a Piper y a Annabeth. Ambas paradas y preparadas, esperando a su señal. Se forzó a encontrar los ojos de su madre. Ella se veía como la misma mujer que lo había abandonado en Sonoma 14 años atrás. Pero Jason ya no era un recién nacido. Él era un veterano de guerra, un semidiós que había enfrentado la muerte incontables veces.
Lo que vio frente a él no era su madre —o al menos, no lo que su madre debería ser— cuidadosa, cariñosa, desquiciadamente protectora.
Un retazo, Annabeth la había llamado.
Michael Varus le había dicho que los espíritus aquí eran sustentados por sus mayores anhelos. El espíritu de Beryl Grace brillaba con necesidad. Sus ojos demandaban la atención de Jason. Sus brazos estirados, desesperada por poseerlo.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Jason— ¿Qué te trajo aquí?
—¡Quiero vida! —ella gimió— ¡Juventud! ¡Belleza! Tu padre pudo haberme hecho inmortal. Él nos pudo haber llevado al Olimpo, pero él me abandonó. Tú puedes arreglar las cosas, Jason. ¡Tú eres mi valiente guerrero!
Su esencia a limón se tornó agria, como si estuviera comenzando a quemarse. Jason recordó algo que Thalía le había dicho. Su madre se había vuelto crecientemente inestable, hasta que su desesperación la había conducido a la locura. Ella había muerto en un accidente, resultado de que manejara borracha.
El vino en el estómago de Jason se agitó. Él decidió que si sobrevivía a este día nunca volvería a beber alcohol.
—Tu eres una manía —decidió Jason, la palabra llegada de sus estudios en el Campamento Júpiter, hace mucho- Un espíritu de la locura. Eso es a lo que has sido reducida.
—Yo soy todo lo que queda —Beryl Grace estuvo de acuerdo. Su imagen parpadeó a través de un espectro de colores— Abrázame, hijo. Soy todo lo que te ha quedado.
El recuerdo del Viento del Sur habló en su mente: No puedes escoger a tu parentela. Pero puedes escoger tu legado.
Jasón sintió como si estuviera siendo rearmado, una capa a la vez. Sus latidos se estabilizaron. La tensión dejó sus huesos. Su piel se entibió el la luz de la tarde.
—No —él graznó. Miró a Annabeth y a Piper— Mis lealtades no han cambiado. Mi familia tan sólo se ha expandido. Soy un hijo de Grecia y Roma.
Él miró a su madre por última vez.
—No soy un hijo tuyo.
Él hizo la antigua seña para alejar el mal -tres dedos apartándose de su corazón- y el fantasma de Beryl Grace desapareció con un suave silbido, como un signo de liberación.
El fantasma de Antinoo apartó su copa. Estudió a Jason con una mirada de perezoso disgusto
—Bien, entonces —dijo— Supongo que solo te asesinaremos.
Alrededor de Jason, los enemigos cerraron filas.
Capítulo III
Jason
De alguna manera él la conocía. El reconoció su vestido -floreado verde y rojo, envolvente, como la falda de un árbol navideño. Él reconoció las coloridas pulseras en sus muñecas que se habían hundido en su espalda cuando ella lo abrazó en despedida en la Casa del Lobo. Él reconoció su cabello, su súper peinada corona de cabellos rizados teñidos y su esencia de limones y aerosol.
Sus ojos eran azules como los de Jason, pero ellos resplandecían como luz fracturada, como si ella acababa de salir de un bunker tras una guerra nuclear… buscando desesperadamente por detalles familiares en un mundo que ha cambiado.
—Queridísimo —ella le tendió los brazos.
La visión de Jason se estrechó. Los fantasmas y necrófagos ya no importaban.
Su disfraz de niebla se esfumó. Su postura se enderezó. Sus articulaciones dejaron de doler. Su bastón de apoyo se convirtió en una gladius de oro imperial.
La sensación ardiente no paró. Sentía como si capas de su vida estuvieran siendo chamuscadas —sus meses en el Campamento Mestizo, sus años en el Campamento Júpiter, su entrenamiento con Lupa, la diosa lobo. Él era un vulnerable y asustado niño de dos años otra vez. Aún la cicatriz en su labio, de cuando él había intentado comer una grapa cuando era un recién nacido, picaba como una herida fresca.
— ¿Mamá? —logró decir.
—Sí, queridísimo. —Su imágen parpadeó— Ven, abrázame.
—Tú no… tú no eres real.
—Por supuesto que ella es real —la voz de Michael Varus sonó muy lejos— ¿Pensaste que Gea dejaría a tan importante espíritu languidecer en el inframundo? Ella es tu madre, Beryl Grace, estrella de televisión, amorcito del Rey del Olimpo, quien la rechazó, no una, sino dos veces, en ambas formas, romana y griega. Ella merece justicia tanto como cualquiera de nosotros.
El corazón de Jason se sintió mareado. Los pretendientes se acercaron alrededor de él, mirando.
Soy su entretenimiento, Jason comprendió, Los fantasmas probablemente encuentren esto aún más divertido que dos pordioseros peleando hasta la muerte.
La voz de Piper cortó el zumbido en su cabeza.
—Jason, mírame.
Ella se paró a veinte pies, sujetando su ánfora de cerámica. Su sonrisa se había ido. Su mirada era furiosa y autoritaria -tan imposible de ignorar como la pluma de arpía en su cabello.
—Esa no es tu madre. Su voz está trabajando algún tipo de magia en ti, como el encantamiento vocal, pero más peligroso. ¿No lo puedes sentir?
—Ella está en lo cierto —Annabeth trepó sobre la mesa más cercana.
Pateó una fuente a un lado, sorprendiendo a una docena de pretendientes.
—Jason, eso es sólo un retazo de tu madre, como una ara, tal vez, o…
— ¡Un retazo! —el fantasma de su madre gimió— Si, mira en lo que he sido reducida. Es la culpa de Júpiter. Él nos abandonó. ¡Él no quiso ayudarme! Yo no quería dejarte en Sonoma, mi querido, pero Juno y Júpiter no me dieron opción. No nos permitirían permanecer juntos. ¿Por qué pelear por ellos ahora? Únete a estos pretendientes. Guíalos. ¡Podemos ser una familia otra vez!
Jason sintió cientos de ojos sobre él.
Esta había sido la historia de su vida, pensó amargamente. Todos siempre lo habían mirado, esperando que dirigiera el camino. Desde el momento que llegó al Campamento Júpiter, los semidioses lo habían tratado como un príncipe en espera. A pesar de sus intentos por cambiar su destino —uniéndose a la peor cohorte, tratando de cambiar las tradiciones del campamento, tomando las misiones menos glamorosas y haciéndose amigo de los chicos menos populares— él había sido hecho pretor de todos modos. Como un hijo de Júpiter, su futuro había sido asegurado.
Él recordó lo que Hercules le había dicho en los Estrechos de Gibraltar: No es fácil ser un hijo de Zeus. Demasiada presión. Eventualmente, puede hacer a un chico quebrarse.
Ahora Jason estaba aquí, demacrado y tenso como la cuerda de un arco.
—Tú me dejaste —dijo a su madre— Ese no era Júpiter o Juno. Esa eras tú.
Beryl Grace dio un paso hacia adelante. Las arrugas de preocupación alrededor de sus ojos, la tensión dolorosa en su boca le recordó a Jason a su hermana, Thalía.
—Querido, te dije que volvería. Esas fueron mis últimas palabras para ti. ¿No te acuerdas?
Jason sintió un escalofrío. En la Casa del Lobo su madre lo había abrazado por última vez. Ella había sonreído, pero sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—Todo está bien —Ella había prometido. Pero incluso como un niño pequeño Jason supo que no estaba todo bien— Espera aquí. Regresaré por ti, querido. Te veré pronto.
Ella no había vuelto. En cambio, Jason había vagado en las ruinas, llorando y solo, llamando a su madre y a Thalía. -Hasta que los lobos llegaron por él.
La promesa incumplida de su madre era el núcleo de quien Jason era. Él había construido su vida entera alrededor de la molestia por sus palabras, como el grano de arena en el centro de una perla.
La gente miente. Las promesas se rompen.
Este era el por qué, por mucho que le fastidiara, Jason seguía las reglas. Él mantenía sus promesas. Él nunca querría abandonar a alguien de la forma en que él fue abandonado y engañado.
Ahora su madre había vuelto, borrando la única certeza que Jason tenía de ella -que ella lo había dejado para siempre. Del otro lado de la mesa, Antinoo levantó su copa.
—Encantado de conocerte, hijo de Júpiter. Escucha a tu madre. Tú tienes muchas quejas contra los dioses. ¿Por qué no unírtenos? Yo deduzco que estas dos sirvientas son tus amigas. Les perdonaremos la vida. ¿Deseas tener a lo que queda de tu madre en el mundo? Podemos hacer eso. Tu deseas ser un rey…
—No —La mente de Jason estaba dando vueltas— No, yo no pertenezco a ustedes.
Michael Varus lo observó con ojos fríos.
— ¿Estás tan seguro, mi compañero pretor? ¿Aún si vencieran a los gigantes de Gea, retornarían a casa como lo hizo Odiseo? ¿Dónde está tu hogar ahora? ¿Con los griegos? ¿Con los romanos? Ninguno te aceptará. Y si tú regresas, ¿Quién dice que no encontrarás ruinas como estas?
Jason observó el patio. Sin las ilusiones de balcones y columnas no había nada más que una pila de escombros en una cumbre desierta. Sólo la fuente se veía real, lanzando arena de un lado para otro, como un recordatorio del poder ilimitado de Gea.
—Tú fuiste un oficial de la legión —le dijo a Varus— Un líder de Roma.
—Al igual que tú —dijo Varus— Las lealtades cambian.
— ¿Tú piensas que yo pertenezco con esta gente? —preguntó Jason— ¿Un puñado de difuntos perdedores esperando por una limosna de Gea, quejándose de que el mundo les debe algo?
Alrededor del patio, fantasmas y necrófagos se pusieron de pie y desenvainaron sus armas.
—Cuidado —Piper chilló de entre la multitud— Todo hombre en este lugar es tu enemigo. Cada uno te apuñalará en la espalda a la primera oportunidad.
En las últimas semanas, el encantamiento vocal de Piper se había tornado verdaderamente poderoso. Ella dijo la verdad, y la multitud le creyó. Ellos vieron a los lados, el uno al otro, las manos tensando las empuñaduras de sus espadas.
La madre de Jason caminó hacia él.
—Querido, se sensato. Abandona tu misión. Tu Argo II nunca podrá hacer el viaje a Atenas. Y aún si lo hicieran, está el asunto de la Athena Parthenos.
Un estremecimiento pasó a través de él.
— ¿Qué quieres decir?
—No finjas ignorancia, mi querido. Gea sabe sobre tu amiga Reyna, Nico, el hijo de Hades y el sátiro Hedge. Para matarlos, la Madre Tierra ha enviado a su más peligroso hijo -el cazador que nunca descansa. Pero tú no tienes que morir.
Los fantasmas y necrófagos se acercaron -doscientos de ellos encarando a Jason con anticipación, como si él pudiera guiarlos en el himno nacional.
El cazador que nunca descansa.
Jason no sabía quién era el cazador, pero tenía que alertar a Reyna y a Nico. Lo que significaba que él tenía que salir de allí vivo.
Él miró a Piper y a Annabeth. Ambas paradas y preparadas, esperando a su señal. Se forzó a encontrar los ojos de su madre. Ella se veía como la misma mujer que lo había abandonado en Sonoma 14 años atrás. Pero Jason ya no era un recién nacido. Él era un veterano de guerra, un semidiós que había enfrentado la muerte incontables veces.
Lo que vio frente a él no era su madre —o al menos, no lo que su madre debería ser— cuidadosa, cariñosa, desquiciadamente protectora.
Un retazo, Annabeth la había llamado.
Michael Varus le había dicho que los espíritus aquí eran sustentados por sus mayores anhelos. El espíritu de Beryl Grace brillaba con necesidad. Sus ojos demandaban la atención de Jason. Sus brazos estirados, desesperada por poseerlo.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Jason— ¿Qué te trajo aquí?
—¡Quiero vida! —ella gimió— ¡Juventud! ¡Belleza! Tu padre pudo haberme hecho inmortal. Él nos pudo haber llevado al Olimpo, pero él me abandonó. Tú puedes arreglar las cosas, Jason. ¡Tú eres mi valiente guerrero!
Su esencia a limón se tornó agria, como si estuviera comenzando a quemarse. Jason recordó algo que Thalía le había dicho. Su madre se había vuelto crecientemente inestable, hasta que su desesperación la había conducido a la locura. Ella había muerto en un accidente, resultado de que manejara borracha.
El vino en el estómago de Jason se agitó. Él decidió que si sobrevivía a este día nunca volvería a beber alcohol.
—Tu eres una manía —decidió Jason, la palabra llegada de sus estudios en el Campamento Júpiter, hace mucho- Un espíritu de la locura. Eso es a lo que has sido reducida.
—Yo soy todo lo que queda —Beryl Grace estuvo de acuerdo. Su imagen parpadeó a través de un espectro de colores— Abrázame, hijo. Soy todo lo que te ha quedado.
El recuerdo del Viento del Sur habló en su mente: No puedes escoger a tu parentela. Pero puedes escoger tu legado.
Jasón sintió como si estuviera siendo rearmado, una capa a la vez. Sus latidos se estabilizaron. La tensión dejó sus huesos. Su piel se entibió el la luz de la tarde.
—No —él graznó. Miró a Annabeth y a Piper— Mis lealtades no han cambiado. Mi familia tan sólo se ha expandido. Soy un hijo de Grecia y Roma.
Él miró a su madre por última vez.
—No soy un hijo tuyo.
Él hizo la antigua seña para alejar el mal -tres dedos apartándose de su corazón- y el fantasma de Beryl Grace desapareció con un suave silbido, como un signo de liberación.
El fantasma de Antinoo apartó su copa. Estudió a Jason con una mirada de perezoso disgusto
—Bien, entonces —dijo— Supongo que solo te asesinaremos.
Alrededor de Jason, los enemigos cerraron filas.
sábado, 11 de octubre de 2014
La Sangre del Olimpo - Capítulo 2.
¡Hola a todos! Cielos, hace mucho que no publicaba y lo siento de verdad, pero la universidad se ha convertido en algo que me absorbe casi las 24 horas del día.
En fin, aprovechando que ya ha salido The Blood of Olympus, quinto y último libro de la serie Los héroes del Olimpo, he decidido traducirlo (en parte me sirve para practicar mi inglés). Espero que lo disfruten :)
En fin, aprovechando que ya ha salido The Blood of Olympus, quinto y último libro de la serie Los héroes del Olimpo, he decidido traducirlo (en parte me sirve para practicar mi inglés). Espero que lo disfruten :)
Capitulo
II
Jason
Jason
Naturalmente, la
situación estaba peor de lo que Jason esperaba.
No hubiera sido divertido de otra manera.
Mirando a través de unos arbustos de olivo en la cima de la montaña, él vio lo que parecía una fiesta de fraternidad zombie fuera de control.
Las ruinas por si mismas no eran tan impresionantes: unas cuantas paredes de piedra, una plaza central llena de hiedras, y una escalera sin terminar tallada en la roca. Algunas tablas cubrían un agujero y andamios de metal soportaban un arco a punto de colapsar.
Pero sobrepuesto a las ruinas estaba otra capa de realidad… una imagen espectral del palacio, como debió de verse en sus buenos días. Muros de estuco blanco se alineaban con balcones a tres pisos de altura. Pórticos con columnas miraban hacia el atrio central, que contaba con una fuente enorme y braseros de bronce. En una docena de mesas para banquete, los zombies reían y comían mientras e empujaban.
Jason había esperado cerca de cien espíritus, pero el doble de ese número se encontraba allí, correteando meseras fantasma, rompiendo copas y platos; básicamente una fiesta alocada.
Muchos de ellos se veían como los Lares del Campamento Júpiter — fantasmas purpuras con túnicas y sandalias. Algunos de ellos tenían cuerpos en descomposición con la piel gris, unos cuantos mechones de pelo, y feas cortadas. Otros se veían como mortales regulares —algunos en togas, otros en trajes de negocios modernos o en uniformes militares, Jason incluso llego a ver a un chico que estaba con la camisa morada del Campamento Jupiter y su armadura de legionario romano.
En el centro del atrio, un zombie de piel gris con una túnica griega harapienta se movía por la multitud, cargando en sus manos un busto de mármol sobre su cabeza como si fuera un trofeo deportivo. Los otros fantasmas coreaban y le daban palmadas en la espalda. Mientras la criatura se iba acercando, Jason notó que tenía una flecha en la garganta, con las plumas saliendo de su manzana de Adán. Pero había algo más extraño: el busto que cargaba... ¿acaso era de Zeus?
Era difícil estar seguro. Muchas de las estatuas griegas de los dioses se veían similares. Pero la cara barbuda y brillante le recordó a Jason del Zeus hippie gigante que estaba en la Cabina Uno en el Campamento Mestizo.
— ¡Nuestra siguiente ofrenda! —grito el zombie, su voz ronca por la flecha en su garganta— ¡Alimentaremos a la Madre Tierra!
Los fiesteros gritaron y azotaron sus copas. El zombie camino hacia la fuente central. La multitud se abrio, y Jason se dio cuenta que la fuente tenía arena en lugar de agua. Desde el pedestal de un metro, un geiser de arena salía disparado hacia arriba, cayendo en forma de sombrilla con partículas claras antes de regresar a la vasija central.
El zombie inclino el busto de mármol dentro de la fuente. En el momento en que la cabeza de Zeus toco la cortina de arena, el mármol se desintegro como si fuera una trituradora. La arena brillo dorada, como el color del icor… la sangre divina. Luego toda la montaña retumbo con un BOOM amortiguado, como si eructara después de una comida.
Los fiesteros muertos rugieron en aprobación.
— ¿Hay más estatuas? —el zombie grito a la audiencia— ¿No? ¡Entonces tendremos que esperar a sacrificar a los dioses de verdad!
Sus camaradas rieron y aplaudieron mientras el zombie se encaminaba a la mesa más cercana.
Jason apretó su bastón para caminar.
No hubiera sido divertido de otra manera.
Mirando a través de unos arbustos de olivo en la cima de la montaña, él vio lo que parecía una fiesta de fraternidad zombie fuera de control.
Las ruinas por si mismas no eran tan impresionantes: unas cuantas paredes de piedra, una plaza central llena de hiedras, y una escalera sin terminar tallada en la roca. Algunas tablas cubrían un agujero y andamios de metal soportaban un arco a punto de colapsar.
Pero sobrepuesto a las ruinas estaba otra capa de realidad… una imagen espectral del palacio, como debió de verse en sus buenos días. Muros de estuco blanco se alineaban con balcones a tres pisos de altura. Pórticos con columnas miraban hacia el atrio central, que contaba con una fuente enorme y braseros de bronce. En una docena de mesas para banquete, los zombies reían y comían mientras e empujaban.
Jason había esperado cerca de cien espíritus, pero el doble de ese número se encontraba allí, correteando meseras fantasma, rompiendo copas y platos; básicamente una fiesta alocada.
Muchos de ellos se veían como los Lares del Campamento Júpiter — fantasmas purpuras con túnicas y sandalias. Algunos de ellos tenían cuerpos en descomposición con la piel gris, unos cuantos mechones de pelo, y feas cortadas. Otros se veían como mortales regulares —algunos en togas, otros en trajes de negocios modernos o en uniformes militares, Jason incluso llego a ver a un chico que estaba con la camisa morada del Campamento Jupiter y su armadura de legionario romano.
En el centro del atrio, un zombie de piel gris con una túnica griega harapienta se movía por la multitud, cargando en sus manos un busto de mármol sobre su cabeza como si fuera un trofeo deportivo. Los otros fantasmas coreaban y le daban palmadas en la espalda. Mientras la criatura se iba acercando, Jason notó que tenía una flecha en la garganta, con las plumas saliendo de su manzana de Adán. Pero había algo más extraño: el busto que cargaba... ¿acaso era de Zeus?
Era difícil estar seguro. Muchas de las estatuas griegas de los dioses se veían similares. Pero la cara barbuda y brillante le recordó a Jason del Zeus hippie gigante que estaba en la Cabina Uno en el Campamento Mestizo.
— ¡Nuestra siguiente ofrenda! —grito el zombie, su voz ronca por la flecha en su garganta— ¡Alimentaremos a la Madre Tierra!
Los fiesteros gritaron y azotaron sus copas. El zombie camino hacia la fuente central. La multitud se abrio, y Jason se dio cuenta que la fuente tenía arena en lugar de agua. Desde el pedestal de un metro, un geiser de arena salía disparado hacia arriba, cayendo en forma de sombrilla con partículas claras antes de regresar a la vasija central.
El zombie inclino el busto de mármol dentro de la fuente. En el momento en que la cabeza de Zeus toco la cortina de arena, el mármol se desintegro como si fuera una trituradora. La arena brillo dorada, como el color del icor… la sangre divina. Luego toda la montaña retumbo con un BOOM amortiguado, como si eructara después de una comida.
Los fiesteros muertos rugieron en aprobación.
— ¿Hay más estatuas? —el zombie grito a la audiencia— ¿No? ¡Entonces tendremos que esperar a sacrificar a los dioses de verdad!
Sus camaradas rieron y aplaudieron mientras el zombie se encaminaba a la mesa más cercana.
Jason apretó su bastón para caminar.
—Ese tipo acaba
de desintegrar a mi papá. ¿Quién se cree que es?
—Supongo que se trata de Antínoo —dijo Annabeth— uno de los pretendientes principales. Si no mal recuerdo, fue Odiseo quien le disparo esa flecha por la garganta.
Piper hizo una mueca de dolor.
—Supongo que se trata de Antínoo —dijo Annabeth— uno de los pretendientes principales. Si no mal recuerdo, fue Odiseo quien le disparo esa flecha por la garganta.
Piper hizo una mueca de dolor.
—Esperarías que
eso dejara muerto al tipo. ¿Quiénes son los demás? ¿Porque hay tantos aquí?
—No tengo idea —Annabeth le dijo. — Nuevos reclutas para Gea, creo. Algunos debieron de regresar a la vida antes de que cerráramos las Puertas de la Muerte. Otros son solo espíritus.
—Algunos son zombies o necrófagos —Jason dijo. — Los que tienen las heridas abiertas y la piel gris, como Antínoo... he luchado con los de su clase antes.
Piper toco su pluma azul de arpía.
—No tengo idea —Annabeth le dijo. — Nuevos reclutas para Gea, creo. Algunos debieron de regresar a la vida antes de que cerráramos las Puertas de la Muerte. Otros son solo espíritus.
—Algunos son zombies o necrófagos —Jason dijo. — Los que tienen las heridas abiertas y la piel gris, como Antínoo... he luchado con los de su clase antes.
Piper toco su pluma azul de arpía.
— ¿Pueden ser
matados?
Jason recordó una misión que tuvo del Campamento Júpiter en San Bernardino.
Jason recordó una misión que tuvo del Campamento Júpiter en San Bernardino.
—No fácilmente.
Son fuertes y rápidos e inteligentes. Además comen carne humana.
—Fantástico —Annabeth murmuró— No veo otra opción que apegarse al plan. Nos separamos, infiltramos, obtenemos la información de porque están aquí. Si las cosas se ponen feas…
—Usamos el plan B —Piper dijo.
Jason odiaba el plan B.
Antes de dejar el barco, Leo les dio a cada uno una bengala de emergencia de tamaño de una vela de cumpleaños. Supuestamente, si se lanzaban en el aire, lanzaría un flash de fòsforo blanco, alertando al Argo II de que el equipo estaba en problemas. Para ese momento, Jason y las chicas tendrían unos pocos segundos para protegerse antes de que las catapultas del barco dispararan a su posición, llenado el palacio de fuego griego y metralla de Bronce Celestial.
No era el plan más seguro, pero al menos Jason tenía la satisfacción de saber que podía solicitar un ataque aéreo sobre esa multitud de tipos muertos si las cosas estaban difíciles. Claro está, asumiendo que él y sus amigas pudieran escapar antes. Y también pensando que las velas de Leo no llegaran a dispararse por accidente —las invenciones de Leo hacia eso a menudo— en cuyo caso el clima se volvería mucho más caluroso, con un noventa por ciento de probabilidad de fuego apocalíptico.
—Tengan cuidado allá abajo —les dijo a Piper y Annabeth.
Piper se escabulló por la parte izquierda del risco. Annabeth se fue por la derecha. Jason se levantó con su bastón y camino hacia las ruinas.
Recordó la última vez que estuvo rodeado de espíritus malvados, en la Casa de Hades. Si no hubiera sido por Frank Zhang o Nico di Angelo...
Dioses ... Nico.
En los últimos días, cada vez que Jason sacrificaba una ración de su comida a Júpiter, rezaba para que su papá ayudara a Nico. El chico había pasado por tantas cosas, pero aún así se ofreció para el trabajo más difícil: trasportar la Atenea Parthenos al Campamento Mestizo. Si no tenía éxito, los semidioses Romanos y Griegos se masacrarían unos a otros. Entonces, sin importar lo que sucediera en Grecia, el Argo II no tendría hogar al cual regresar.
Jason atravesó la entrada del palacio fantasmal. Se dio cuenta justo a tiempo que una sección de mosaicos enfrente de él era solo una ilusión que cubría un agujero de cerca de tres metros. Se hizo a un lado y continuó su camino hacia la plaza.
Los dos niveles de realidad le recordaron la fortaleza de los Titanes en el Monte Othrys, un desorientante laberinto de muros de mármol negro que se disolvían en sombras para luego solidificarse. Al menos durante esa lucha, Jason había tenido a cien legionarios a su lado. Ahora todo lo que tenía era un cuerpo de hombre viejo, un bastón y dos amigas con vestidos griegos.
—Fantástico —Annabeth murmuró— No veo otra opción que apegarse al plan. Nos separamos, infiltramos, obtenemos la información de porque están aquí. Si las cosas se ponen feas…
—Usamos el plan B —Piper dijo.
Jason odiaba el plan B.
Antes de dejar el barco, Leo les dio a cada uno una bengala de emergencia de tamaño de una vela de cumpleaños. Supuestamente, si se lanzaban en el aire, lanzaría un flash de fòsforo blanco, alertando al Argo II de que el equipo estaba en problemas. Para ese momento, Jason y las chicas tendrían unos pocos segundos para protegerse antes de que las catapultas del barco dispararan a su posición, llenado el palacio de fuego griego y metralla de Bronce Celestial.
No era el plan más seguro, pero al menos Jason tenía la satisfacción de saber que podía solicitar un ataque aéreo sobre esa multitud de tipos muertos si las cosas estaban difíciles. Claro está, asumiendo que él y sus amigas pudieran escapar antes. Y también pensando que las velas de Leo no llegaran a dispararse por accidente —las invenciones de Leo hacia eso a menudo— en cuyo caso el clima se volvería mucho más caluroso, con un noventa por ciento de probabilidad de fuego apocalíptico.
—Tengan cuidado allá abajo —les dijo a Piper y Annabeth.
Piper se escabulló por la parte izquierda del risco. Annabeth se fue por la derecha. Jason se levantó con su bastón y camino hacia las ruinas.
Recordó la última vez que estuvo rodeado de espíritus malvados, en la Casa de Hades. Si no hubiera sido por Frank Zhang o Nico di Angelo...
Dioses ... Nico.
En los últimos días, cada vez que Jason sacrificaba una ración de su comida a Júpiter, rezaba para que su papá ayudara a Nico. El chico había pasado por tantas cosas, pero aún así se ofreció para el trabajo más difícil: trasportar la Atenea Parthenos al Campamento Mestizo. Si no tenía éxito, los semidioses Romanos y Griegos se masacrarían unos a otros. Entonces, sin importar lo que sucediera en Grecia, el Argo II no tendría hogar al cual regresar.
Jason atravesó la entrada del palacio fantasmal. Se dio cuenta justo a tiempo que una sección de mosaicos enfrente de él era solo una ilusión que cubría un agujero de cerca de tres metros. Se hizo a un lado y continuó su camino hacia la plaza.
Los dos niveles de realidad le recordaron la fortaleza de los Titanes en el Monte Othrys, un desorientante laberinto de muros de mármol negro que se disolvían en sombras para luego solidificarse. Al menos durante esa lucha, Jason había tenido a cien legionarios a su lado. Ahora todo lo que tenía era un cuerpo de hombre viejo, un bastón y dos amigas con vestidos griegos.
A doce metros enfrente de él, Piper se
movía a través de la multitud, sonriendo y llenando copas de vino para los
pretendientes fantasma. Si ella tenía miedo, no lo mostraba. Hasta el momento
los fantasmas no le estaban prestando atención. La magia de Hazel debía estar
trabajando bien.
A su derecha, Annabeth recogía los cálices
y platos vacíos. No estaba sonriendo.
Jason recordó la plática que tuvo con
Percy antes de bajar del barco.
Percy estaba en la cubierta para
vigilar las amenazas que hubiera en el mar, pero no le había parecido la idea
de que Annabeth fuera a la expedición sin él… especialmente se debía a que era
la primera vez que estarían separados desde el Tártaro.
Llevó a Jason a un lado del barco.
—Mira hombre…. Annabeth me mataría
si le digo que necesita a alguien que la proteja.
Jason río.
—Claro que lo haría.
—Pero por favor cuídala, ¿Okay?
Jason apretó el hombro de su amigo.
—Me asegurare de que regrese a
salvo.
Ahora Jason se preguntaba si era
posible mantener esa promesa.
Llegó a la orilla de la multitud. Una
voz rasposa chillo “¡IRO!”
Nota: Mensajero de los pretendientes.
Antínoo, el zombie con la flecha en la
garganta, lo estaba mirando fijamente.
—¿Eres tú, viejo mendigo?
La magia de Hazel había obrado bien.
Aire frío vibraba alrededor del rostro de Jason, la Niebla cambiando sus
facciones, mostrando a los pretendientes lo que ellos esperaban ver.
—Ese soy yo —Jason dijo— ¡Iro!
Una docena de fantasmas se acercaron.
Algunos gruñeron y tomaron la empuñadura de sus espadas purpuras brillantes.
Demasiado tarde, Jason pensó si acaso Iro era un enemigo, pero ya había
aceptado el papel.
Se tambaleo hacia delante, poniendo la
mejor cara de viejo gruñón.
—Creo que llegué un poco tarde a
la fiesta. Espero que me hayan guardado un plato.
Uno de los fantasmas dijo con
desprecio:
—Viejo mendigo desagradecido.
¿Quieres que lo maté, Antínoo?
Los musculos del cuello de Jason se
tensaron. Antínoo se quedó pensando por tres segundos, luego rio.
—Estoy de buen humor hoy. Ven,
Iro, siéntate en mi mesa.
Jason no tenía otra opción. Se sentó al
lado de Antínoo mientras más fantasmas se acercabana la mesa, esperando que
ocurriera una lucha de vencidas
De cerca los ojos de Antínoo eran de un
amarillo sólido. Sus labios delgados apenas cubrían unos colmillos lobunos. A
primera vista, Jason pensó que el cabello rizado del zombie se estaba
desintegrando. Ahora notaba que un hilillo de tierra serpenteaba por la cabeza
de Antínoo, cayendo sobre sus hombros. Plastas de lodo llenaban las viejas
heridas de espada en la piel gris del zombie. Más tierra salía del agujero
donde estaba clavada la flecha en su garganta.
El poder de Gea, Jason pensó. La tierra está manteniendo a una pieza a
este tipo.
Antínoo trajo una copa dorada y una
bandeja de comida a través de la mesa.
—No esperaba verte aquí, Iro. Pero
supongo que incluso un mendigo quiere venganza. Bebe. Come.
Un líquido rojo espeso flotaba en el
cáliz. En el plato estaba un trozo de carne misteriosa.
El estómago de Jason se quejó. Incluso
si esta comida no lo mataba, su novia vegetariana no lo besaría por un mes.
Recordó lo que le había dicho Notus, el
Viento del Sur: Un viento sin rumbo no sirve a nadie.
Toda la carrera de Jason en el
Campamento Júpiter se había construido en base a cuidadosas decisiones. El
mediaba entre los semidioses, escuchaba todos los puntos de vista de un
argumento, buscaba alianzas. Incluso cuando fue en contra de las tradiciones
romanas, pensó antes de actuar. No era impulsivo.
Notus le había advertido que esa
actitud lo mataría. Jason tenía que dejar de pensar tanto y tomar lo que
quería.
Si era un mendigo desgraciado, tenía
que actuar como uno.
Arrancó un pedazo de carne con sus
manos y se lo metió a la boca. Tragó un poco del líquido rojo, que tenía un
sabor como vino aguado; mejor que el de la sangre o algún veneno. Jason luchó para
no vomitar, pero no colapsó o explotó.
— ¡Rico! —Se limpió la boca— Ahora dime
que hacen en esta… ¿Cómo la llamaste? ¿Venganza? ¿Dónde firmo para eso?
Los fantasmas se rieron. Uno empujó el
hombro de Jason, el cual se alarmó al darse cuenta de que podía sentirlo.
En el Campamento Júpiter, los Lares no
tenían una consistencia sólida. Aparentemente estos espíritus si… lo cual
significaba que sus enemigos podían golpearlo, atacarlo o decapitarlo.
Antínoo se inclinó hacia delante.
—Cuéntame Iro, ¿Cuál es tu oferta?
Ya no necesitamos que lleves mensajes como en los viejos tiempos. Tampoco eres
un guerrero. Si mal no recuerdo, Odiseo quebró tu mandíbula y te lanzo con los
puercos.
Las neuronas de Jason se
dispararon. Iro…. El viejo que llevaba mensajes entre los
pretendientes por un poco de comida. Iro había sido como su mascota sin hogar.
Cuando Odiseo regresó a casa, disfrazado de mendigo, Iro pensó que alguien más
estaba atacando su territorio. Los dos comenzaron a discutir…
—Hiciste que Iro –Jason se detuvo— Hiciste que yo luchara con Odiseo. Apostaste monedas en ello. Incluso
cuando Odiseo se quitó la camisa y viste lo musculoso que era… me obligaste a
pelear con él. ¡No te importaba si vivía o moría!
Antínoo mostro los colmillos.
—Claro que no me importaba. ¡Sigue
sin importarme! Pero ahora estas aquí, por lo que Gea debe haber tenido una
razón para permitirte regresar al mundo mortal. Cuéntame, ¿porque eres digno de
compartir nuestro botín?
— ¿De qué botín te refieres?
Antínoo estiró los brazos.
—Todo el mundo, mi amigo. La
primera vez que nos encontramos, veníamos por las tierras de Odiseo, su dinero
y su mujer.
— ¡Especialmente su mujer!
Un fantasma calvo con ropas rotas le
pegó en el pecho a Jason con el codo.
—Esa Penelope sí que era una
dulzura a la vista.
Jason cruzó la mirada con Piper, que
servía las copas en la mesa de al lado. Ella discretamente puso un dedo dentro
de su boca, como provocándose el vómito, para luego seguir charlando con los
tipos muertos.
Antínoo se quejó.
—Eurímaco, cobarde llorón. Nunca
tuviste oportunidad con Penelope. Recuerdo que estabas balbuceando y suplicando
por tu vida a Odiseo, diciendo que todo era mí culpa.
—Y mira para que me sirvió —Eurímaco levanto su descolorida camisa, revelando un agujero de tres
centímetros en el centro de su pecho fantasmal— Odiseo me disparó en el corazón, ¡solo porque quería casarme con su
esposa!
—De todos modos…. —Antínoo se giró hacia Jason— Estamos aquí
por un premio más grande. Una vez que Gea destruya a los dioses, nos dividiremos
lo que quede del mundo mortal
— ¡Pido Londres! — gritó un fantasma de una mesa cercana.
— ¡Montreal! —gritó otro.
— ¡Duluth! —gritó un tercero, lo cual hizo que todos se quedaran en silencio y le
dieran miradas confundidas.
La carne y el vino se sentían como plomo en el estómago de Jason.
La carne y el vino se sentían como plomo en el estómago de Jason.
— ¿Qué ocurre con los otros...
invitados? Conté cerca de doscientos. La mitad son nuevos para mí.
Los ojos amarillos de Antínoo brillaron.
Los ojos amarillos de Antínoo brillaron.
—Todos buscan favores de Gea.
Todos tienen rencillas o venganzas contra los dioses o sus héroes mascotas. Ese
inútil es Hipias, tirano de Grecia. Fue quitado del poder y se unió a los
Persas para atacar a sus propios hombres. Nada de valores. Haría lo que fuera
por poder.
— ¡Gracias! —contestó Hipias.
—Ese bárbaro con la pata de pavo en la boca —Antínoo continuó— se trata de Asdrúbal de Cartagena. Tuvo ciertos problemas con Roma.
—Mhhmm —dijo el cartaginés.
—Y Michael Varus…
Jason se atraganto. "¿Quien?"
— ¡Gracias! —contestó Hipias.
—Ese bárbaro con la pata de pavo en la boca —Antínoo continuó— se trata de Asdrúbal de Cartagena. Tuvo ciertos problemas con Roma.
—Mhhmm —dijo el cartaginés.
—Y Michael Varus…
Jason se atraganto. "¿Quien?"
Más cerca de la fuente de arena, un
chico de cabello oscuro en camiseta morada y armadura de la legión, se volvió
hacia ellos. Su contorno era borroso, ahumado y confuso, así que Jason adivinó
que era algún tipo de espíritu, pero el tatuaje de la legión en su antebrazo
era mas que suficiente: las letras SPQR, la cabeza de doble cara del dios Jano
y seis marcas de puntuación por años de servicio. En su pecho colgaba la insignia
de pretor y el emblema de la Quinta Cohorte.
Jason jamás conoció a Michael Varus. El
infame pretor murió en los años 1980’s. Aún así, la piel de Jason se erizó en
cuanto vio su mirada. Sus ojos hundidos parecían taladrar a través del disfraz
de Jason.
Antinoo hizo un ademán despectivamente.
—Él es un semidiós romano… Perdió
águila de su legión en... Alaska, ¿verdad? No importa. Gaia le permite seguir
por aquí. Él insiste en que tiene una idea para derrotar al Campamento Júpiter.
Pero, Iros… todavía no has contestado a mi pregunta. ¿Por qué debes ser
bienvenido entre nosotros?
Los ojos muertos de Varus habían
inquietado a Jason. Él podía sentir el desvanecimiento niebla a su alrededor,
reaccionando a su incertidumbre. De repente, Annabeth apareció detrás del
hombro de Antinoo.
—¿Más vino, mi señor? ¡Oops!
Ella derramó el contenido de una jarra
de plata por la parte posterior del cuello de Antinoo.
—¡Gahh! —El necrófago arqueó la columna vertebral— ¡Chica tonta! ¿Quién te dejó volver del Tártaro?
—Un Titán, mi señor. —Annabeth bajó la cabeza en tono de disculpa— ¿Puedo ofrecerle algunas toallitas húmedas? Su flecha está goteando.
—¡Fuera!
Annabeth captó la mirada de Jason -un
silencioso mensaje de apoyo-. Entonces ella desapareció entre la multitud.
El necrófago salió a limpiarse, dando a
Jason la oportunidad de recoger sus pensamientos. Fue Iros ... ex mensajero de
los pretendientes. ¿Por qué iba a estar aquí? ¿Por qué deberían aceptarlo? Tomó
el cuchillo de carne más cercano y apuñaló la mesa, por lo que los fantasmas alrededor
de él saltaron.
— ¿Por qué debería darme la
bienvenida? —Jason gruñó. — Porque yo todavía estoy corriendo mensajes, estúpidos desgraciados!
Acabo de llegar de la Casa de Hades para ver lo que están haciendo!
Esa última parte era verdad, y Antinoo
hizo una pausa. El necrófago lo fulminó con la mirada, el vino todavía goteaba
desde el eje de la flecha en su garganta.
— ¿Esperas que me crea que Gaia te
ha enviado a ti, un mendigo, para ver lo que hacemos?
Jason se rió.
— ¡Yo fui de los últimos en dejar
Epiro antes de las Puertas de la Muerte fueran cerradas! Vi a la cámara donde
Clitio montaba guardia bajo un techo en forma de cúpula con azulejos y lápidas.
¡Caminé sobre los pisos de joya y huesos del Necromanteion!
Eso también era cierto. Alrededor de la
mesa, los fantasmas cambiaron y murmuraron.
—Entonces,
Antinoo… —Jason señaló con el dedo al necrófago— Tal vez deberías explicarme
por qué eres digno del favor de Gaia. Todo lo que veo es una multitud de vagos,
gente muerta perdiendo el tiempo, disfrutando de sí mismos y sin ayudar al
esfuerzo de la guerra. ¿Qué debo decirle a la Madre Tierra?
Por el
rabillo del ojo, Jason vio a Piper parpadeando con una sonrisa de aprobación.
Entonces ella volvió su atención a un tipo griego púrpura brillante que estaba tratando
de hacer que se sentara en su regazo.
Antinoo envolvió
su mano alrededor del cuchillo de carne que Jason había empalado en la mesa. Lo
sacó libre y estudió la hoja.
—Si vienes
de Gaia, debes saber que estamos aquí bajo órdenes. Porfirio lo decretó. —Antinoo
corrió la hoja del cuchillo a través de su palma. En lugar de sangre,derramó
suciedad seca desde la cortada— ¿Sabes quién es Porfirio?
Jason luchaba
por mantener sus náuseas bajo control. Recordó bien a Porfirio, de su batalla
en la Casa del Lobo.
—El rey
gigante —piel verde, de doce metros de altura, ojos blancos, el pelo trenzado
con armas— Por supuesto que lo conozco. Él es mucho más impresionante que tú.
Decidió no mencionar que la última vez
que había visto al rey gigante, Jason le atacó en la cabeza con un rayo. Por
una vez, Antinoo lo miró sin palabras, pero su calvo amigo fantasma, Eurimaco,
puso un brazo alrededor de los hombros de Jason.
— ¡Ahora, ahora, amigo! —Eurimaco olía como el vino agrio y a cables
eléctricos quemados.
Su toque fantasmal hizo que el tórax de
Jason hormigueara.
—Estoy seguro de que no nos referimos
a la pregunta “¡sus credenciales!” (Nota:
No comprendí muy bien el contexto de esta frase, pero quise suponer que se
refería a pedirles que se identificaran.) Es sólo que, bueno, si hablaste
con Porfirio en Atenas, ya sabes por qué estamos aquí. ¡Te aseguro, que estamos
haciendo exactamente lo que ordenó!
Jason trató de disimular su sorpresa.
Porfirio en Atenas. Gaia había prometido
derrotar los dioses desde sus raíces. Quirón, el mentor de Jason en el
Campamento Mestizo, había asumido que significaba que los gigantes intentarían
despertar a la diosa de la Tierra en el original monte Olimpo. Pero ahora...
—La Acrópolis —dijo Jason— El más antiguo templo a los dioses, en
el centro de Atenas. Ahí es donde Gaia va a despertar.
— ¡Por supuesto! —Eurimaco rió. La herida en su
pecho hizo un sonido de explosión, como espiráculo de una marsopa— Y, para
llegar allí,
esos semidioses entrometidos tendrán que viajar
por mar, ¿eh? Ellos saben que es muy peligroso volar sobre la tierra.
—Lo que significa que tendrán que pasar por esta
isla —Dijo Jason.
Eurimaco asintió con entusiasmo. Quitó el brazo
de los hombros de Jason y sumergió el dedo en la copa de vino— En ese momento, van
a tener que hacer una elección, ¿eh?
En el tablero de la mesa, trazó una línea de
costa, el vino rojo brillante poco natural contra la madera. Dibujó a Grecia
como un reloj de arena deforme -una gran burbuja desgarbada para el continente
norte, luego otra burbuja debajo de ella, casi tan grande como la otra- el gran
trozo de tierra conocida como el Peloponeso. El corte entre ellos fue una
estrecha línea de mar - el estrecho de Corinto. Jason no necesitaba una imagen.
Él y el resto de la tripulación se había pasado el último día en el estudio de
los mapas marinos.
—La ruta más directa, —dijo Eurimaco— debería ser
al este de aquí, al otro lado del estrecho de Corinto. Pero si tratan de ir por
ese camino…
—Suficiente' Antinoo espetó— Tienes la lengua muy
larga, Eurimaco.
El fantasma pareció ofendido.
— ¡No iba a decirle todo! Sólo que los ejércitos
cíclopes se congregaron en ambas orillas. Y la fuerte tormenta de los espíritus
del aire. Y los monstruos marinos de Keto enviados a infestar las aguas. Y por
supuesto, si el buque llega hasta Delphi…
— ¡Idiota! —Antinoo se abalanzó sobre la mesa y
agarró la muñeca del fantasma. Una delgada capa de tierra de la mano del necrófago,
se propagó hacia arriba del brazo espectral de Eurimaco.
— ¡No! —Eurimaco gritó— ¡Por favor! Yo… sólo me
refería…
El fantasma gritó cuando la suciedad cubría su
cuerpo como una concha, a continuación se quebró en pedazos, dejando nada más
que un montón de polvo. Eurimaco se había ido.
Antinoo se sentó y sacudió las manos. Los otros
pretendientes en la mesa lo miraban en silencio cauteloso.
—Disculpas, Iros. —El necrófago sonrió fríamente—
Todo lo que necesitas saber es esto… los caminos a Atenas están bien
protegidos, tal como lo prometimos. Los semidioses tendrían, o bien, tienen que
arriesgarse a los estrechos, que son imposibles, o navegar por todo el Peloponeso,
que no es mucho más seguro. En cualquier caso, es poco probable que sobrevivan
el tiempo suficiente para tomar esa decisión. Una vez que alcancen Itaca,
sabremos. Los detendremos aquí y Gaia verá lo valioso que somos. Puedes tomar el
mensaje de regreso a Atenas.
El corazón de Jason golpeó contra su esternón. Él
nunca había visto nada como la capa de tierra que Antínoo había convocado para
destruir a Eurimaco. No quería saber si ese poder funcionaba en semidioses.
También, Antinoo se mostró confiado en que podía
detectar el Argo II. La magia de Hazel parecía estar ocultando la nave hasta
ahora, pero era imposible saber cuánto tiempo iba a durar. Su objetivo era
Atenas. La ruta más segura, o al menos la ruta no imposible, era alrededor de
la costa sur. Hoy fue el 20 de julio. Sólo tenía doce días antes de que Gaia
planeara despertar, el 1 de agosto, la antigua Fiesta de la Esperanza.
Jason y sus amigos necesitaban salir de ahí
mientras tenían la oportunidad. Pero algo más le molestaba… una fría sensación de
aprensión, como si no hubiera oído la peor noticia todavía.
Eurimaco había mencionado Delphi. Jason esperaba
en secreto para visitar el antiguo sitio de El Oráculo de Apolo, tal vez
obtener una idea de su futuro personal, pero si el lugar había sido invadido
por monstruos...
Hizo a un lado su plato de comida fría.
—Parece que todo está bajo control. Por tu bien,
Antinoo, eso espero. Estos semidioses son ingeniosos. Cerraron las Puertas de
la Muerte. No queremos que ellos pasen furtivamente más allá de usted, o que tal
vez obtengan ayuda de Delphi.
Antinoo se rió entre dientes.
—No hay riesgo de que eso pase. Delphi ya no está
en control de Apolo.
—Ya… veo. ¿Y si los semidioses navegan por el
camino largo del Peloponeso?
—Te preocupas demasiado. Ese viaje no es seguro
para los semidioses, y es demasiado lejos. Además, la victoria es endémica en
Olympia. Mientras ese sea el caso, no hay manera de los semidioses pueden ganar
esta guerra.
Jason no entendía lo que quería decir, pero
asintió.
—Muy bien. Voy a poner al tanto al rey Porfirio.
Gracias por la, er, comida.
Junto a la fuente, Michael Varus llamó.
—Espera.
Jason se tragó una maldición. Había estado
tratando de ignorar al pretor muerto, pero ahora Varus se acercó, rodeado de un
aura blanca nebulosa, sus profundos ojos como sumideros. A su lado colgaba un
gladius oro Imperial.
Jason se tragó una maldición. Había estado
tratando de ignorar el pretor muerto, pero ahora Varo se acercó, rodeado de un
aura blanca nebulosa, sus profundos ojos como sumideros. A su lado colgaba un
gladius oro Imperial.
—Tiene que quedarse —dijo Varo.
Antinoo disparó al fantasma una mirada irritada.
— ¿Cuál es el problema, legionario? Si Iros
quiere irse, déjalo. ¡Huele mal!
Los otros fantasmas rieron nerviosamente. Al otro
lado del patio, Piper disparó a Jason una mirada de preocupación. Un poco más
lejos, Annabeth palmeó casualmente un cuchillo del plato más cercano de la
carne. Varus apoyó la mano en el pomo de la espada. A pesar del calor, su pecho
se esmaltó con hielo.
—Perdí a mi cohorte dos veces en Alaska… una vez
en la vida, una vez en la muerte por un Graecus
llamado Percy Jackson. Aún así he venido aquí para responder a la llamada de
Gaia. ¿Sabes por qué?
Jason tragó.
— ¿La terquedad?
—Este es un lugar de deseo, —dijo Varo— Todos los
nuestros se dibujan aquí, no sostenido sólo por el poder de Gaia, sino también
por nuestros deseos más fuertes. La avaricia de Eurimaco. La crueldad de
Antinoo.
—Me adulas —el necrófago murmuró.
—El odio de Asdrúbal, —Varo continuó— La amargura
de Hipias. Mi ambición. Y tú, Iros. ¿Y lo que tú has dibujado aquí? ¿Qué hace
un mendigo más que desear? Tal vez un hogar.
Un cosquilleo incómodo comenzó en la base del
cráneo de Jason… la misma sensación que tenía cuando una gran tormenta
eléctrica estaba a punto de romper.
—Yo debería irme —dijo— Hay mensajes que llevar.
Michael Varo sacó su espada.
—Mi padre es Jano, el dios de las dos caras. Yo
estoy acostumbrado a ver a través de máscaras y engaños. Sabe usted, Iros, ¿por
qué estamos tan seguros de que los semidioses no pasarán desapercibidos por
nuestra isla?
Jason corrió silenciosamente a través de su
repertorio de palabrotas en latin. Intentó calcular cuánto tiempo le tomaría en
sacar su bengala de emergencia y disparar. Esperaba que él podría comprar
suficiente tiempo para las chicas para encontrar refugio ante esta multitud de
tipos muertos sacrificándose él.
Se volvió a Antinoo.
—Mira ¿estás a cargo aquí o no? Tal vez deberías
amordazar a tu romano.
El necrófago respiró hondo. La flecha traqueteaba
en su garganta.
—Ah, pero esto podría ser entretenido. Vamos,
Varus.
El pretor muerto levantó su espada.
—Nuestros deseos nos revelan. Nos muestran lo que
realmente somos. Alguien ha venido por ti, Jason Grace.
Detrás de Varus, la multitud se apartó. El
fantasma brillante de una mujer flotó hacia adelante, y Jason sintió como si
sus huesos se convertían en polvo.
Mi querido —dijo el fantasma de su madre— Has
llegado a casa.
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